The Masonic Trowel

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RESEÑAS DE LIBROS APARECIDAS DE 1945 A 1950

Capitulo XVIi

ESTUDIOS SOBRE LA FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon


1.- Pierre Lhermier. Le mystérieux Comte de Saint-Germain, Rose-Croix et diplomate. Editions Colbert, Paris). –Este libro, publicado tras la muerte de su autor, es un estudio histórico bastante superficial y que, a decir verdad, no aclara mucho el “misterio” de que se trata. El Sr. Lhermier expone primero las múltiples hipótesis  emitidas respecto al conde de Saint-Germain; él no se pronuncia por ninguna, pero parece sin embargo inclinarse por admitir que podía pertenecer a la familia de los Estuardo, o al menos a su entorno. Una de las razones que aporta reposa, por otra parte, sobre una confusión bastante sorprendente: “Saint-Germain era Rosa-Cruz, escribe textualmente, es decir, que pertenecía a la Francmasonería de rito escocés, de tendencia católica y estuardista... “ ¿Hay que decir que la Masonería “jacobita” no era en absoluto el rito escocés y no comportaba ningún grado de Rosa-Cruz, y también, por otro lado, que este grado, a pesar de su título, nada tiene que ver con el Rosacrucismo del que Saint-Germain habría sido uno de los últimos representantes conocidos? La mayor parte del volumen está dedicada al relato entremezclado de anécdotas diversas de los viajes en el curso de los cuales el héroe habría cumplido, por cuenta de Luis XV, misiones secretas en relación con diversos asuntos políticos y financieros,  en todo ello, hay también puntos dudosos, y no se trata, en todo caso, más que del lado más exterior de esta existencia enigmática. Señalemos que, según el autor, ciertos dichos extraordinarios, mantenidos por Saint Germain, especialmente respecto a la edad que se atribuía, deberían en realidad cargarse en la cuenta de un mistificador denominado Gauve, que se hacía pasar por él, parece, por instigación del duque de Choiseul, el cual quería desacreditar así a un hombre en quien veía un peligroso rival. Pasaremos de la identificación de Saint-Germain con algunos otros personajes misteriosos, así como sobre muchas otras cosas más o menos hipotéticas; pero debemos al menos remarcar que se le presta, a fe de algunos indicios más bien vagos, una especie de filosofía “panteísta” o “materialista” ¡que no tendría ciertamente nada de iniciático! En las últimas páginas, el autor vuelve sobre lo que llama “la secta de los Rosa-Cruz”, de manera que parece un poco contradictoria con la aserción que antes citábamos; como habla además según fuentes tales como la Sra. Besant y F. Wittemans, incluso Spencer Lewis, Imperator de la A.M.O.R.C., sin contar a cierto “Fr. Syntheticus, R. C., escritor ocultista cuya obra hace ley”(!), no hay que sorprenderse de las nociones prodigiosamente confusas, y que, incluso desde el punto de vista histórico al cual quiere atenerse, lo que dice apenas tiene relación con la verdad. Ello prueba todavía una vez más que cierto escepticismo no es siempre lo que mejor garantiza librarse del peligro de aceptar sin control las peores fantasías; algunos conocimientos tradicionales, aunque fuesen de orden elemental, serían sin duda mucho más eficaces a este respecto.

 

2.- G. De Chateaurhin. Bibliographie du Martinisme. (Derain et Raclet, Lyon). –Esta bibliografía (cuyo autor  nos parece que tiene un estrecho parentesco con el Sr. Gérard van Rijnberk, del cual examinamos en su tiempo la obra sobre Martines de Pasqually comprende bajo la denominación común de “Martinismo”, según el hábito establecido sobre todo por ocultistas contemporáneos con su ignorancia de la historia masónica del siglo XVIII, varias cosas totalmente diferentes en realidad: la Orden de los Elegidos Cohen de Martines de Pasqually, el régimen Escocés Rectificado con J.-B. Willermoz, el misticismo de L.-Cl. de Saint-Martin, y en fin el Martinismo propiamente dicho, es decir, la organización reciente fundada por Papus. Pensamos que habría sido preferible dividirla en secciones correspondientes a tan diferentes temas, más bien que en “obras dedicadas especialmente al Martinismo” y “obras en las cuales se trata del Martinismo incidentalmente”, la cual habría podido ser más bien una simple subdivisión de cada una de tales secciones; en cuanto a las “fuentes doctrinales” que aquí son mencionadas aparte, son únicamente los escritos de Martines de Pasqually y de L.-Cl. De Saint Martin, y, de hecho, no podía haber otros. Habría sido bueno también el marcar de alguna forma, sobre todo para las obras recientes, una distinción entre las que tienen un carácter, sea martinista, sea masónico, las que al contrario están escritas con un espíritu de hostilidad (sobre todo son obras antimasónicas), y las que se colocan en un punto de vista “neutro” y puramente histórico, el lector así habría podido orientarse mucho más fácilmente. La lista nos parece en suma bastante completa, bien que el Discurso de Iniciación de Stanislas de Guaita, que hubiese merecido un lugar, esté ausente; pero no vemos verdaderamente muy bien qué interés había en hacer figurar esta inverosímil mistificación que se llama El Diablo en el siglo XIX (sin mencionar además el folleto titulado El Diablo y el Ocultismo que Papus escribió en respuesta), tanto más cuanto que, por el contrario, se ha desdeñado citar el Lucifer desenmascarado de Jean Kostka (Jules Doinel). Donde el Martinismo es sin embargo tratado más directamente.

 

3.- Dr. R. Swinburne Clymer. The Rosicrucian Fraternity in America. Vol. II (“The Rosicrucian Fondation”, Quakertown, Pennsylvania). –Hemos reseñado precedentemente (nº de abril de 1937) el primer volumen publicado bajo este título; en cuanto al segundo, que es verdaderamente enorme (¡más de mil páginas!) Las circunstancias no nos han permitido aún hablar de él hasta aquí. El principal adversario del Dr. Clymer, el Imperator de la A.M.O.R.C., ha muerto entre tanto, pero evidentemente ello no quita nada del interés que presenta esta obra desde un especial punto de vista, puesto que se trata de un caso típico de charlatanismo seudo iniciático, al cual vienen incluso a añadirse, como ya hemos explicado, influencias de un carácter todavía más sospechoso. Hay que reconocer, por lo demás, que, como otros ya han notado antes, el Dr. Clymer daña mucho su causa al emplear demasiado frecuentemente un lenguaje “argótico” e injurioso, del cual lo menos que puede decirse es que carece totalmente de dignidad; pero poco nos importa en el fondo, pues en absoluto estamos tentados de tomar partido en semejante querella. Como quiera que se pudiese pensar de lo bien fundado de sus pretensiones, su exposición es en todo caso muy “instructiva” en diversos aspectos:  así, puede verse, entre otras cosas cómo un abogado puede entenderse con el de la parte adversaria para arreglar un asunto con la ignorancia de su cliente y en detrimento de los intereses de éste; y es desgraciadamente probable ¡que tales costumbres no sean particulares de América! Por otra parte, es verdaderamente difícil, repitámoslo aún a este propósito, comprender cómo organizaciones que se dicen iniciáticas pueden llevar así sus diferendos ante una jurisdicción profana; incluso si no lo son realmente, ello no cambia nada al respecto, pues, en buena lógica, deberían al menos comportarse como si lo fueran. Ocurre necesariamente una de estas dos cosas: o bien el juez es profano el mismo, y entonces es incompetente por definición, o bien es Masón, y, como cuestiones masónicas están tan mezcladas en todas estas historias, él debe, entre sus obligaciones de discreción iniciática y los deberes de su cargo público, encontrarse en una situación más bien falsa y singularmente apurada... Con relación a las cuestiones a las que aludimos, debemos destacar que el Dr. Clymer tiene sobre la regularidad masónica ideas de todo punto especiales: de dos organizaciones parecidamente irregulares, y además del mismo origen, él no tiene más que elogios para una, mientras que colma a la otra de injurias y denuncias; la razón de ello es muy simplemente que la primera se ha adherido a su propia “Federación” y la segunda a la “Federación” rival. Tales motivos sobre todo mezquinos no quitan, a decir verdad, para que la documentación concerniente a esta última, denominada F.U.D.O.S.I., es decir, Federatio Universalis Dirigens Ordines Societatesque Initiationis (¡qué latín!), sea, siempre desde el mismo punto de vista, una de las cosas más interesantes entre todas las que contiene el libro; ¡cuán edificantes son las actuaciones de esos medios supuestamente “fraternales”! Hemos reencontrado ahí viejos conocidos, entre los cuales algunos supervivientes del antiguo movimiento ocultista francés, que parece no querer decidirse a desaparecer del todo.. Naturalmente, es cuestión de nuevo de Theodor Reuss, aliasFrater Peregrinus”, de Aleister Crowley y de su O.T.O, sin hablar de muchos otros personajes (reales e imaginarios) y de otras agrupaciones de un carácter no menos extraño; todo ello, que no podría resumirse, constituye una importante recopilación de documentos que debería consultar cualquiera que se proponga escribir algún día con detalle la fantástica historia de las seudo iniciaciones modernas   

 

4.- Albert Lantoine. Les Sociétés secrèts actuelles en Europe et en Amerique. (Presses Universitaires de France, Paris). Este pequeño volumen, que estaba presto para aparecer en Francia en 1940, pero cuya salida se ha retardado cinco años por los acontecimientos, forma parte de una colección que está evidentemente destinada al “gran público”, lo que explica su carácter un poco superficial. Se encuentra sin embargo una muy loable distinción entre “sociedades secretas iniciáticas” y “sociedades secretas políticas”, de donde su división en dos partes “que nada tienen en común entre ellas salvo la similitud de sus etiquetas”. En cuanto a decir que las primeras se distinguen de las otras en que “la solidaridad no es en ellas de orden sentimental, sino de orden espiritual”, ello es sin duda justo, pero insuficiente, tanto más cuanto que lo “espiritual” parece no ser concebido aquí más que como un simple asunto de “pensamiento”, lo que está muy lejos del verdadero punto de vista iniciático; en todo caso, la cuestión es mucho más compleja de hecho, y nos permitimos remitir a lo que hemos dicho en nuestro Apreciaciones sobre la Iniciación (cap. XII). Por otro lado, nos es absolutamente imposible compartir ciertos puntos de vista sobre una pretendida oposición entre la religión y todo lo que tiene un carácter secreto en general e iniciático en particular; una distinción clara entre el exoterismo y el esoterismo basta para poner cada cosa en su sitio y hacer desaparecer toda oposición, pues la verdad es que se trata de dos dominios enteramente diferentes. –La primera parte comienza con un corto capítulo sobre las “pequeñas sociedades iniciáticas”, cuya ausencia no habría hecho perder nada a la obra, pues los pocos datos que contiene están tomados de fuentes muy profanas, y, además, aparece ahí una frase más bien desgraciada, que parece admitir las pretensiones de las organizaciones seudo iniciáticas de todo género: ciertamente ¡no es por el hecho de que un grupo practique un simulacro o una parodia de iniciación por lo que tiene el derecho de decirse iniciático! Añadamos seguidamente que el capítulo sobre el Compagnonnage, bien que no incluyendo nada inexacto, es también lamentablemente insuficiente; ¿se lo considera como “cosa del pasado”, luego “inactual” y por eso no se ha juzgado oportuno concederle más lugar en este libro? Lo que hay de más interesante y mejor hecho, es ciertamente el resumen de la historia de la Masonería en Europa y más particularmente en Francia, y esto se comprende sin dificultad, puesto que se trata en cierto modo de la “especialidad” del autor; pero lo que concierne a los orígenes está terriblemente simplificado; ¿y por qué siempre esta especie de temor a remontarse más alla´de 1717? En cuanto a la Masonería americana, es evidente que el autor sólo tiene un conocimiento bastante incompleto; para los altos grados especialmente, parece ignorar todo lo que no es el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que sin embargo está muy lejos de ser el más extendido en los países anglo-sajones... Se encontrará también en este libro, para América, algunas indicaciones históricas sobre los Old Fellows y los Knights of Pythias, así como sobre ciertas asociaciones de negros cuyo carácter es bastante mal definido: aquí aún, reencontramos la molesta tendencia a creer que basta que la admisión de los miembros se acompaña de “ceremonias” para que sea permisible hablar de iniciación. –La segunda parte, dedicada a las “sociedades secretas políticas”, pasa revista, para Europa, a las sociedades irlandesas, los Comitadjis de Macedonia, los Ustachis de Croacia; para América, los “Caballeros de Colón”, la Orden de los Hiberniens, el Ku-klux-Klan (del que por lo demás se dice muy poca cosa), las sociedades judías y algunas otras organizaciones de menor importancia. –La conclusión tiene un tono “despegado” e incluso un poco escéptico, que es más bien decepcionante; pero, a fin de cuentas, quizás es casi inevitable que sea así entre aquellos que, en el estado actual de las organizaciones iniciáticas occidentales, no han logrado descubrir lo que es verdaderamente la iniciación.

 

5.- John Charpentier. L´Ordre des Templiers. (“La Colombe”, Paris). El autor de este libro ha publicado recientemente algunas novelas en las cuales hace jugar a los Templarios, o a sus continuadores reales o supuestos, un papel que parece testimoniar ideas sobre todo singulares aeste respecto; también nos temíamos reencontrar aquí fantasías del mismo género, pero felizmente no hay nada de eso: se trata esta vez de un estudio histórico hecho seriamente, lo que ciertamente vale mucho más. Lo que hay que lamentar solamente, tanto más cuanto que se trata del lado más interesante de la cuestión, es que resulta casi imposible comprender cuál es el pensamiento exacto del autor en lo que concierne al esoterismo de los Templarios: en el origen, no abría habido entre ellos “ningún esoterismo” (pero la caballería misma, en general, ¿no tenía sin embargo cierto carácter iniciático? Se habría introducido el esoterismo más tarde ¿pero, de dónde habría venido? Del Oriente sin duda; sin embargo, de sus relaciones con los Ismaelitas, no habrían recogido apenas sino la idea de cierta jerarquía de grados (que, por lo demás, parece aquí confundirse con las funciones) y la de un “universalismo pacifista” (sic) que es quizás, la concepción del Imperio tal como Dante la expuso. Discutiendo la cuestión de la pretendida “herejía” de los Templarios, J. Charpentier utiliza ampliamente los artículos de Probst Biraben y Maitrot de la Motte-Capron: como ya hemos examinado estos con detalle (nº de octubre-noviembre de 1945), no volveremos sobre ello. Él no cree que hayan sido realmente heréticos, pero admite que hayan podido ser “gnósticos”; remarca además muy justamente, a este propósito, que “bajo esta etiqueta se encuentran reunidas muchas nociones heteróclitas, sin relación unas con otras, y  a veces incluso inconciliables” y que además, “no se posee apenas sobre el gnosticismo otras informaciones que las proporcionadas por sus adversarios”. Pero he aquí ahora que las cosas se complican extrañamente: por una parte, es al gnosticismo valentiniano  al que “los Templarios se vinculan lejanamente”; por ora parte, “para hablar del gnosticismo de los Templarios, haría falta que hubiese existido una gnosis activa en la época en la cual vivieron”, lo que no ocurría. Por añadidura, no debía tratarse de una doctrina, pues “no se ha recogido ningún testimonio probatorio”, y los Templarios, “no se han hecho propagandistas (?) más que de ideas sociales y políticas fundadas sobre la solidaridad”. Sin embargo, habría habido entre ellos una transmisión oral (pero de que alcance?) Finalmente, se encuentra que poseían un esoterismo de origen pitagórico, sin que se pueda adivinar de dónde y cómo lo han recibido; ¡es verdaderamente difícil el orientarse en todo eso! No comprendemos muy bien tampoco cómo se puede pensar que el “Joanismo” procede, no de San Juan Evangelista, sino de San Juan Bautista; pero, por lo referente al Pitagorismo, señalaremos que es quizás en las relaciones de los Templarios con las corporaciones de constructores (que no son mencionadas aquí más que incidentalmente) donde se podría encontrar la clave del enigma... en un último capítulo se trata de la Masonería “templaria”, que es “liquidada” de manera verdaderamente muy sumaria (y notemos de pasada el curioso lapsus que le ha hecho escribir “Magnus Grecus” en lugar de “Naymus Grecus”), después de los neotemplarios de Fabré-Palaprat; y aquí hemos sentido viva sorpresa viéndonos nombrado entre los que “han acreditado la tesis según la cual ¡Larménius habría sido el legítimo sucesor de Molay! Ahora bien, en tanto que podamos recordar, jamás hemos escrito en ninguna parte una sola palabra sobre la cuestión; y, en todo caso, estaríamos tanto menos tentado a sostener esta tesis, cuanto que no estamos del todo seguros de que dicho Larmenius haya existido realmente pues tenemos por extremadamente sospechoso todo lo relacionado con él y comprendido el “alfabeto secreto”, proveniente de una fuente neotemplaria; esperamos que se tendrá a bien, en su momento, tener en cuenta esta rectificación.

 

6.- Jean Mallinger, Pythagore et les Mystères. (Editions Niclaus, Paris).

-Cuando se sabe que el autor de este libro fue uno de los promotores de la F.U.D.O.S.I., de la cual hemos tenido que hablar recientemente (nº de mayo de 1946), algunas cosas, que de otro modo podrían parecer demasiado enigmáticas, se aclaran con una luz particular. Así, se explica sin dificultad la dedicatoria a la memoria del jefe de los “Pitagóricos de Bélgica”; éstos, en efecto, están constituidos en una “Orden de Hermes Trismegisto” (denominación que nada tiene de específicamente pitagórica), la cual fue una de las primeras en adherirse a la susodicha F. U. D. O. S. I. Así también, lo que se llama normalmente “estado primordial” es denominado “estado antiguo y primitivo”; ahora bien, ésa no es una simple extravagancia del lenguaje, como podría creerlo un lector no advertido, sino una manera discreta de hacer alusión al título de una organización masónica irregular de la cual M. Mallinger es uno de los dignatarios, y, si hubiese pertenecido a tal otra organización del mismo género, sin duda ¡hubiese dicho igualmente “estado primitivo y original! Una curiosa salida contra el “mandil de piel”, que por lo demás no se apoya más que sobre una confusión entre dos cosas totalmente diferentes desde el punto de vista simbólico, parece no deberse en realidad más que a un deseo de singularizarse frente a la Masonería regular... En cuanto al fondo mismo de la obra, la parte propiamente histórica, es decir, la biografía de Pitágoras, hecha según las “fuentes” conocidas, no aporta en suma nada nuevo; quizá los hechos son presentados a veces de manera un poco "tendenciosa”, por ejemplo cuando se atribuye a Pitágoras un deseo muy moderno de “propaganda”, o cuando se describe la organización de su Orden de una manera que hace pensar que el punto de vista “social” era como el resultado de todo el resto. En la segunda parte, se trata primero de las diferentes especies de misterios que había, en Grecia y en otras partes, en tiempos de Pitágoras; ahí también, se siente que la exposición está influida en cierta medida por la idea que el autor se hace de la iniciación, idea que está fuertemente teñida de “humanitarismo” y en la cual los “poderes” desempeñan también un importante papel. De la manera que habla de un “retorno a Pitágoras”, es muy de temer, a pesar de lo que dice en otra parte de la “cadena apostólica” (sic) y de la necesidad de un “rito inmutable y tradicional”, que no sea aún de los que creen que una transmisión continua y sin interrupción no es indispensable para la validez de la iniciación; y, cuando habla de la “permanencia de la Orden” y de “sus pulsaciones aún sensibles hoy” está permitido preguntarse cómo lo entiende exactamente, sobre todo cuando se ha visto a tantos ocultista ¡imaginarse que una “cadena” iniciática puede perpetuarse simplemente “en astral”!

 

7.- Paul Chacornac, Le Comte de Saint-Germain, (Chacornac Frères, Paris) (traducción española, El Conde de Saint-Germain, Sirio, Málaga) .

–Este nuevo libro de nuestro director representa el resultado de largas y pacientes investigaciones proseguidas durante muchos años; sorprende ver qué prodigiosa cantidad de obras y de documentos de todo tipo ha sido preciso consultar para llegar a controlr cuidadosamente cada informació, no sería posible excederse en rendir homenaje a la escrupulosa probidad de tal trabajo. Si no todos los puntos son aclarados enteramente, lo que era sin duda imposible, hay al menos un buen número que sí lo son, y de una manera que parece bien definitiva. Para ello, ha hecho falta ante todo disipar las confusiones que se han cometido con otros diversos personajes, especialmente con el lugarteniente-general Claude-Louis de Saint-Germain; ésa es una de las más frecuentes, pero, a pesar de la similitud de nombre y de título por la cual se explica, no es la menos sorprendente, pues se trata de un hombre que ha jugado un papel perfectamente conocido y en el cual nada hay de oscuro ni de misterioso. Está también el príncipe Rakoczi, del cual algunos en nuestra época han sacado un gran partido, pero cuya pretendida historia no es más que un tejido de inverosimilitudes; lo más probable es que éste nombre hay servido simplemente, en ciertas circunstancias,  para disimular el verdadero origen del conde de Saint-Germain. Hasy todavía cierto número de otros personajes reales o supuestos, y de los cuales una parte no deben semejante existencia más que a las fantasías imaginativas a las cuales han dado lugar los nombres tomados por el conde de Saint-Germain mismo en diversas épocas y en diferentes países. El terreno estando así desbrozado, se hace mucho más fácil seguir al héroe desde su primera aparición conocida en Londres en 1745 hasta su muerte “oficial” en casa del Príncipe de Hesse en 1784; y, cuando se ha hecho justicia a las historietas de Casanova y de otros “memorialistas” tan poco dignos de fe, a las mistificaciones del ilusionista Gauve y a algunas otras historias aún que se imputaron falsamente al conde de Saint-Germain, como la función que algunos le han atribuido en la revolución rusa de 1762, lo que además no tiene apenas que ver con el “aventurero” y “charlatán” que tantas gentes han pintado, se ve en realidad a un hombre dotado de talentos notables e diversos aspectos, poseyendo sobre muchas cosas conocimientos poco comunes, sea cual fuere la fuente de donde las ha sacado, y que, si tuvo amigos y admiradores por todas partes por donde pasó, tuvo también, como ocurre muy frecuentemente, en semejante caso, enemigos encarnizados en hacer fracasar sus empresas, ya se trate de su misión diplomática en Holanda o de la industria que quiso más tarde montar en Flandes con el nombre de M. De Surmont... Pero, al lado de esta vida propiamente “histórica”, o a continuación de ella, hay también la “leyenda” que no ha cesado de desarrollarse hasta nuestros días, sobre todo en lo que concierne a la “supervivencia” del conde de Saint-Germain y las manifestaciones que se le han atribuido tras la fecha de lo que, por esta razón precisamente, hemos llamado antes su muerte “oficial”. Hay sin duda ahí muchas extravagancias, de las cuales las menores no son las que los teosofistas, tomando por su cuenta la identificación con el príncipe Rakoczi, han expandido respecto a su “Maestro R.”; pero hay también otras cosas que parece más difícil rechazar pura y simplemente, y de las cuales, incluso si han sido deformadas o malintepretadas, se puede preguntar si no encierran al menos cierta parte de verdad. Subsiste pues un enigma, e incluso, a decir verdad, hay todavía otro, el de orden puramente histórico, pues, hasta aquí, el misterio del nacimiento del conde de Saint.Germain no ha sido aclarado; sobre este último punto, el autor considera una solución que no presenta más que como hipótesis, pero que es en todo caso muy verosímil por todo un conjunto de relaciones bastante chocantes. Según esta hipótesis, el conde de Saint-Germain habría sido el hijo natural de María-Ana de Neuburgo, viuda del rey Carlos II de España, y del conde de Melgar, almirante de Castilla, al que su inmensa fortuna había dado el sobrenombre de “el banquero de Madrid”, lo que ha podido dar lugar a la confusión que ha hecho pretender a algunos que era el hijo de un banquero judío. Si esta suposición es exacta, muchas cosas se explicarín sin dificultad, especialmete los recursos considerables de los que disponía manifiestamente el conde de Saint-Germain, las pedrerías y los cuadros de maestros de los que era possedor, y también, lo que es aún más importante, la confianza que le testimoniaron los soberanos que, de Luis XV al príncipe de Hesse, debieron tener conocimiento de este origen por el cual les estaba emparentado, pero que, constituyendo en cierto modo un “secreto de Estado”, debía ser cuidadosamente disimulado a cualquier otro que ellos. En cuanto al otro enigma, el de la “leyenda”, es explicado tanto como es posible e interpretado a la luz de las doctrinas tradicionales en el capítulo final; como éste ha aparecido primero aquí mismo (nº de diciembre de 1945), nos contentaremos con recordar su gran interés, sin insistir más en ello. Pensamos que, a menos que se quiera atenerse todavía  a las fantasías de las que se ha abusado demasiado hasta ahora en ciertos medios, no será ya posible en adelante hablar del conde de Saint-Germain sin remitirse a esta obra, por la cual dirigimos a su autor nuestras vivas felicitaciones.

 

8.- Emile Dermenghem, Joseph de Maistre mystique. (La Colombe, Paris). Acaba de aparecer de este libro una nueva edición revisada, a la cual se han añadido numerosas notas precisando ciertos puntos e indicando los trabajos que, dedicados a cuestiones conexas, han aparecido desde su primera publicación. Para aquellos de nuestros lectores que no conocieran aún esta obra, diremos que expone de una manera tan completa como es posible la carrera masónica de Joseph de Maistre, sus relaciones con las organizaciones iniciáticas vinculadas a la Masonería de su tiempo y con diversos personajes pertenecientes a esas organizaciones, y la influencia considerable que sus doctrinas ejercieron sobre su pensamiento. Todo es muy interesante, y tanto más cuanto que las ideas religiosas y sociales  de Joseph de Maistre han sido muy mal comprendidas lo más frecuentemente, incluso a veces enteramente desnaturalizadas e interpretadas en un sentido que no correspondía en absoluto a sus verdaderas intenciones; la principal crítica que tendríamos que formular  es en suma la que se referiría al título mismo del libro, pues, a decir verdad, no vemos nada de “místico” en todo ello. E, incluso, cuando Joseph de Maistre se mantiene fuera de toda actividad de orden iniciático, no aparece que jamás se haya vuelto hacia el misticismo como otro lo hicieron a veces; no parece incluso que haya habido en él un cambio real de orientación, sino una simple actitud de reserva que estimaba, con razón o sin ella, serle impuesta por sus funciones diplomáticas; pero ¿se puede esperar que en el espíritu de algunos, la confusión de los dos dominios iniciático y místico pueda ser nunca enteramente disipado?

 

9.- Louis-Claude de Saint-Martin, Tableau naturel des rapports qui existent entre Dieu, l´homme et l´Univers. Introducción de Philippe Lavastine. (Editions du Griffon d´Or, Rochefort-sur-Mer).

-Esta reedición está ciertamente más cuidada que la edición “martinista” de 1900, pero han quedado todavía muchas faltas que parece hubiese sido fácil eliminar. El autor de la introducción ha resumido en algunas páginas los principales rasgos de la doctrina de Saint-Martin; pero ¿no busca un poco demasiado atenuar la diferencia entre los dos períodos de su existencia, es decir, entre su actividad iniciática del principio y su misticismo ulterior?

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Last modified: March 22, 2014