The Masonic Trowel

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¿QUIEN FUE AMERICO VESPUCIO?

PARTE IV

¿QUE ES LA FRANCMASONERÍA PRIMITIVA?

Freire CHARLES POMPIER


A continuación consideramos de utilidad y de justicia proporcionar al lector los datos biográficos y las investigaciones científicas, que posee la Institución, de la vida y de la obra de Américo Vespucio, uno de los fundadores de la Francmasonería Primitiva, cuyo nombre lleva dignamente el Continente Americano, a pesar de las maniobras malintencionadas y sucias del clero católico, que propaló durante siglos versiones falsas y difamatorias contra este sabio, sólo por el hecho de que era un florentino de origen gibelino  no se prestaba para servir de instrumento a la Iglesia en su labor oscurantista de la mal llamada cristianización, y en su política esclavista, a pretexto de la liberación de los pueblos indígenas de América.

No deseamos con esto empequeñecer la labor, digna de elogio, de otros hombres, como Cristóbal Colón, Martín Alonso Pinzón, Juan de la Cosa, Juan Caboto, etc., que participaron en la gran empresa que culminó con el redescubrimiento de nuevas tierras, cuya existencia no era secreto en Europa desde el siglo IX. Cada uno de ellos aportó su valor personal, sus conocimientos y sus experiencias en navegación en forma digna de consideración y elogio; aportación que por otra parte fue completamente distinta de la que les atribuyeron los escritores clericales, que inventaron y falsearon los hechos para satisfacer sus intereses bastardos.

Nuestra intención ante este problema es despertar en el francmasón estudioso el interés por analizar los hechos desde el punto de vista científico, con objeto de apartar lo verdadero de lo falso, y de calificar a cada quien como lo merece. Sólo en esta forma consideraremos útil y fecunda la labor francmasónica progresista en bien de la Humanidad.

También queremos hacer la advertencia, de que en ninguna parte hay el menor indicio de que Américo Vespucio, hombre modesto, sincero y honrado, manifestase pretensiones durante su vida respecto a la posibilidad de tener el honor de que las tierras descubiertas llevasen su nombre, ni se presento individualmente como descubridor. Fueron hombres sabios y profesores de la época posterior a su muerte, desconocidos por él y desinteresados completamente en la parte económica y política de la empresa del descubrimiento, quiénes consideraron que era justo llamar América al Continente firme que Vespucio, por circunstancias casuales, pisó entes que Colón, y fue además el primero que proporcionó a la Humanidad datos geográficos verídicos y observaciones importantes sobre el mismo, llamándolo antes que nadie, y con conocimiento de causa, el Mundo Nuevo.

He aquí la biografía de este sabio navegante:

Américo Vespucio, célebre navegante, cosmógrafo y cartógrafo, nació en Florencia, entonces República, el 9 de Marzo de 1451. Fue hijo de Anastasio Vespucio, notario público, y de Isabel Mini, ambos pertenecientes a familias notables de origen gibelino, o sea, netamente republicano. La familia Vespucio tuvo varios hombres públicos muy notables y progresistas, y uno de ellos desempeñó el cargo de enviado del Gobierno republicano de su patria ante la corte de Francia. El nombre de Américo también revela el origen republicano de su familia, que fue marcadamente adversa a las costumbres güelfas de los partidarios del papado romano.

La primera enseñanza la recibió de un tío paterno suyo, y después pasó a la escuela laica de Andrea Verrochio, la misma en la que se educaba Leonardo de Vinci, el gran sabio y artífice de la época, y Pedro Soderini, posteriormente ganfaloniero progresista de la República de Florencia y adversario de la política de la familia Médicis, que buscaba en aquellos tiempos la manera de apoderarse del trono papal para cimentar más sólidamente su posición de banqueros en todos los países dominados por el clero católico. En la escuela laica de Verrocio, Américo aprendió la Gramática, la Literatura, las Matemáticas, la Física, la Historia, la Geografía, la Cosmografía y el Dibujo; pero sus conocimientos los perfeccionó gracias a su amistad íntima con Pablo Toscanelli, gran astrónomo y conservador de la mejor biblioteca de la época, establecida en Florencia por Niccoli.

Sus primeras prácticas de navegación las tuvo en el Mediterráneo, visitando los puertos de la Península Itálica, Grecia, Palestina, Egipto y África del Norte, en las embarcaciones que hacían viajes al Oriente en busca de especias, hierbas, tintes, perfumes, géneros finos, tapices, perlas, etc. En Palestina estaba establecido un hermano suyo, Jerónimo, que se dedicaba al comercio entre Florencia y el Oriente.

En la escuela de Verrochio conoció a Leonardo de Vinci, también de origen gibelino, y fue su amigo íntimo. Ambos visitaban a Pablo Toscanelli en plan de discípulos y lo admiraban por su sabiduría, su conocimiento profundo de lenguas y desinteresada labor en bien de la Humanidad. Cuando principió la crisis económica en Florencia, ocasionada por la interrupción del comercio con el Oriente, debido a la ocupación de las vías por el ejercito turco con miras de establecer una barrera aduanal, mucha población de la República quedó sin ocupación. Entonces Pablo Toscanelli hizo todo lo posible por instruir y capacitar en diferentes ramas de saber a la juventud florentina, para que pudiera buscar los medios de subsistencia, tanto dentro como fuera del país, prescindiendo del comercio. Américo Vespucio y Leonardo de Vinci, hombres de talento y de buena voluntad, cooperaron en forma sincera y desinteresada con aquel sabio. Pero el clero católico y los güelfos, que pretendían controlar la educación y las Ciencias en provecho de la Iglesia, se opusieron a la labor progresista de aquellos ilustres florentinos.

Para librarse de la tutela clerical y para abrir el camino del progreso a todos los individuos que deseaban instruirse, los tres luchadores incansables maduraron un grandioso plan que consistía en la formación de agrupaciones progresistas entre la juventud estudiosa y amante de las Arte, tanto para el intercambio de conocimientos y prácticas en los diferentes ramos del saber, como para luchar por la educación laica de los pueblos, arrebatando las Ciencias y las Artes del control del clero y traduciendo los manuscritos científicos árabes, griegos y latinos en el idioma común de los pueblos, para su rápida y fácil divulgación en provecho de la Humanidad. Este grandioso plan dio origen al nacimiento de la Francmasonería. Así pues, Américo Vespucio fue uno de los tres hombres a quiénes se debe la aparición de nuestra honorable Institución.

Los esfuerzos para establecer la primera Academia de intercambio de conocimientos y prácticas en Florencia no tuvo éxito, debido a la oposición de los Médicis, que estaban convertidos en papistas. Pero el apoyo fue encontrado en Milán, aprovechando el espíritu progresista de Ludovico Sforza, llamado "El Moro". Con su ayuda económica, Leonardo de Vinci fundó en 1482 la Academia de Arquitectura de Milán, agrupando en aquel plantel de enseñanza científica superior, a jóvenes progresistas de las tres Repúblicas de la Península Italiana. Pablo Toscanelli no pudo asistir a las reuniones de esta primera Academia, debido a sus enfermedades y su muerte que sobrevino a una edad muy avanzada. Pero Américo Vespucio participó en el intercambio de conocimientos y prácticas como geógrafo, cosmógrafo y cartógrafo, ya muy célebre entonces. En sus enseñanzas divulgaba los conocimientos que aprendió de su profesor desaparecido y la práctica que adquirió durante sus viajes por el Mediterráneo como navegante. Lo más importante de estas enseñanzas consistía en la divulgación de las teorías científicas de que la Tierra es redonda y en la popularización de los datos recopilados de diferentes fuentes e ilustrados por mapas que mostraban que viajando por el Atlántico en dirección del Poniente, se encontrarían, a una distancia relativamente corta, las tierras nuevas, descubiertas por los escandinavos que habitaban en Islandia desde el siglo XI, indicando, además, que el camino a la India y China debía ser más corto en esta dirección y no la que buscaban los portugueses. Estando en la Academia de Milán, Américo escribió la Geografía, cuyo manuscrito lo regaló a Leonardo de Vinci antes de partir para España.

Los datos geográficos y los conocimientos científicos que divulgaba Américo interesaban de manera especial a los navegantes de entonces, y eran muy discutidos en Portugal y en España por los hombres interesados en las exploraciones y en el descubrimiento del camino más corto a la India y China. Los navegantes portugueses del siglo XV, Diego Cam, Juan Alfonso de Abeiro, Dimiz Díaz, Cada-Mosto, Nuno Tristao, Bartolomé Díaz y Vasco da Gama, basándose en los escritos del gran geógrafo Edrisi y en los relatos fenicios y judíos, intentaban llegar a las islas de las especias bordeando el Continente Africano. Pero sus competidores, que vivían en España, tomaban muy en serio las enseñanzas de Pablo Toscanelli, conocidas a través de los navegantes genoveses, venecianos y florentinos, que se ofrecían como exploradores. Cuando fueron conocidos en el año de 1486 los datos sobre el viaje de Bartolomé Díaz, que dio la vuelta al Cabo de Buena Esperanza, en España se agitaron los interesados en el comercio con la India, para que el Gobierno y los particulares ayudasen a adelantarse a Portugal explorando la ruta que indicaba Toscanelli. Cristóbal Colón fue uno de los navegantes que más intensamente trabajaba por obtener la ayuda. Cuando se resolvió favorablemente su solicitud para organizar la primera exploración, la noticia fue comunicada a los Médicis, pidiéndole su cooperación en calidad de armadores de navíos y dueños de la sucursal de Sevilla, que estaba a cargo de Juan Berardi. Entonces los Médicis contrataron en 1489 a Américo Vespucio como técnico en materia de navegación, y lo enviaron a España con un grupo de jóvenes de diferentes oficios relacionados con la construcción de barcos. A su llegada a Sevilla, Américo reunió en la casa de Berardi a los hombres eminentes interesados en la exploración, y les proporcionó los datos científicos que poseía, preparando, además, técnicamente a los tripulantes que debían acompañar a los exploradores. Vespucio coopero sincera y desinteresadamente con Cristóbal Colón: le suministro mapas y datos científicos de navegación, le ayudó a obtener préstamos en dinero de la casa Berardi y lo protegió secretamente ente la corte durante las consultas técnicas sobre los viajes de exploración y el acondicionamiento de los barcos que estaban a su cargo. Estas relaciones de amistad íntima entre los dos navegantes la revela una carta fechada en Febrero de 1505, que Colón dirigió a su hijo Diego. La carta, en la parte que nos interesa, dice lo siguiente: "...fablé con Américo Vespuchy, portador desta, el cual va allá llamado sobre cosas de navegación. El siempre tuvo deseo de me hacer placer: es mucho hombre de bien: la fortuna la ha sido contraria como a otros muchos: sus trabajos no le han aprovechado tanto como la razón requiere. El va por mi y en mucho deseo de hacer cosa que redondee en mi bien, si a sus manos está. Yo no sé de acá en que yo le imponga que a mi aproveche, porque non sé que sea lo que allá le quieren. El va determinado de hacer por mí todo lo que a él que fuere posible. Ved allá en que puede aprovechar y trabajad por ello que él lo hará todo y fablará y lo porná en obra, y sea todo secretamente porque non se han del sospecha".

En 1495 murió Juan Berardi, gerente de la sucursal de los Médicis en Sevilla, y Américo Vespucio fue encargado de dirigir el negocio y de liquidar los intereses del desaparecido, lo que cumplió con toda honradez. En 1497 el rey de España pidió a Vespucio que acompañara a los exploradores en el tercer viaje a las tierras americanas, como técnico en materia de navegación. La expedición salió de Cádiz el 10 de Mayo de 1497, y a los 37 días tocó por primera vez la tierra firme del Continente Americano en el golfo de Honduras. (Colon en los dos primeros viajes llegó a las islas de Santo Domingo y Cuba). La exploración prosiguió, navegando a la vista de las costas de Yucatán, Veracruz y Tamaulipas, entrando después al río Mississippi y terminó en la punta de Florida en Abril de 1498. donde los exploradores volvieron a Cádiz el 14 de Octubre de 1498. El segundo viaje de Américo principió el 16 de Mayo de 1499, partiendo de Cádiz hacia las islas de Cabo Verde; después de 44 días de navegación, los exploradores llegaron a las costas de Brasil, cerca de la desembocadura del Amazonas. Permanecieron cerca de un año explorando la costa y después fueron a la isla de Antillas donde llegó Colón en sus primeros viajes. Después de descansar en compañía de la gente que dejó Colón en la isla, volvieron el 8 de Septiembre de 1500 al puerto de Cádiz. El tercer viaje de Américo fue por cuenta de Portugal, atendiendo el llamado del rey Giuliano de Bartolomeo del Giocondo; el viaje se inició en Lisboa el día diez de Mayo de 1501 y terminó el 7 de Septiembre de 1502. El cuarto viaje también fue por cuenta de Portugal; se inició el 10 de Mayo de 1503, partiendo de Lisboa, terminó el 18 de Junio de 1504.

El 4 de Septiembre de 1504, Américo Vespucio envió por medio de Benvenutti una carta al gonfaloniero de la República de Florencia, Pedro Soderini, relatándole sus cuatro viajes, con pormenores muy interesantes respecto del Nuevo Continente que posteriormente llevó su nombre. En el año de 1505 Vespucio volvió a España y se casó con María Cerezo, de origen castellano, con la que tuvo hijos. El mismo año fue nombrado cosmógrafo de la corona con 12,000 maravedíes de ayuda de costa y siguió dedicándose a la provisión y armamento de navíos, estando en correspondencia directa con la corte de Castilla. El 22 de Marzo de 1509 fue nombrado piloto mayor, con un sueldo de 50,000 maravedíes y 25,000 de ayuda de costa. El día 22 de Febrero de 1512 murió en Sevilla y su sobrino Juan fue nombrado piloto en lugar suyo.

El nombre de Américo Vespucio provoca la irritación biliosa en el clero católico desde que el Continente Americano lleva su nombre. El Vaticano empleó toda clase de mentiras y de falsificaciones burdas para desvirtuar la labor progresista de este sabio florentino, pero la justicia triunfó ante los intereses bastardos y oscurantistas de la casta de hipócritas.

La descarga de la ira clerical en Vespucio obedecía a muchas causas que son ignoradas por completo, no solamente entre la gente común, sino también entre los hombres de aparente erudición. El clero católico destruyó y ocultó la mayor parte de los documentos históricos a la vida y a la actuación del ilustre navegante, tanto en Florencia, su patria, como en España y Portugal, donde pasó más de veinte años cooperando sinceramente con todos los hombres que participaron en el redescubrimiento y la exploración del Continente Americano, como navegante, armador, cosmógrafo y cartógrafo, cuya autoridad en estos ramos del saber fue reconocida por todos sus contemporáneos.

La actitud adversa del clero católico a la obra del ilustre florentino obedecía en primer término a las profundas diferencias que existían en la Península Itálica entre los grupos que se distinguían con los nombres de gibelinos y güelfos. Esta división data desde la época del Imperio y procede de la corrupción de los nombres de Wilbligen y Welf, príncipes alemanes, representantes de los bandos que disputaban la corona imperial después de la muerte de Lotario en el año 1139. Posteriormente durante la época de las luchas por el derecho de las "Investiduras", luchas que se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XII y el principio del XII, se daba el nombre de gibelino a los componentes del partido popular que se destacaban como antipapistas. El partido de los aristócratas, que se unieron con el Papa, adoptó el nombre de güelfos. En Florencia llamaban gibelinos a los republicanos antipapistas que luchaban por el predominio de la cultura pagana greco-romana, y se oponían al control de la educación y de la Ciencias por el clero católico. Este grupo estaba dirigido por prominentes hombres de la Masonería operativa, pertenecientes a la Asociación de Pintores y Escultores de Florencia, que se apoyaban en las Logias de las siete Artes principales de la República: la de lana, de Calimala, de seda, de peletería, de cambistas, de médicos y boticarios y de jueces y notarios, los que por mucho tiempo gobernaron el país democráticamente. Los güelfos, o sea los papistas, se agrupaban alrededor de Silvestre de Médicis y sus sucesores. Cuando éstos se apoderaron del gobierno, apoyados por fuerzas extrañas, proclamaron la Constitución antidemocrática de 1258, que favorecía a los intereses particulares de la casa bancaria de los Médicis y a los intereses del clero católico romano que se valía del banco para el cobro de sus impuestos y controlaba además la educación pública, así como el gobierno autócrata de los banqueros mencionados. Aunque la Iglesia católica no podía prescindir de los artistas y sabios gibelinos, que la invadían con el Arte pagano, el clero los calificaba como libertinos y como sus enemigos tradicionales, y procuraba palidecer por todos los medios su obra progresista, inventando mentiras e historietas falsas de héroes religiosos de monjes nobilísimos y de santos y santitos virtuosísimos, atribuyéndoles la iniciativa en todos los sucesos que influían en el progreso de la humanidad. Así aparecieron un San Luis, un San Francisco, un fray Andrea, unos franciscanos dominicos, de existencia dudosa, aceptada únicamente por creyentes supersticiosos y fanáticos y por "eruditos", doctores en teología que los presentaban como antecesores de todos los hombres notables que aportaron algún beneficio a la humanidad. Todos los sabios civiles aparecían necesariamente, en virtud de la táctica clerical, con un tutor o antecesor eclesiástico.

Marco Polo tiene precursores a frailes viajeros. Pablo Toscanelli es presentado como discípulo del clérigo Marcilio Ficino, aunque por la edad y la época de actuación de estos dos personajes más bien puede suponerse lo contrario, ya que Ficino nació 36 años después de Toscanelli y su actuación en la Academia Platónica de los Médicis, fundada en 1484, comenzó después de la muerte de su supuesto discípulo. Un canónigo de Portugal aparece como maestro de Cristóbal Colón en materia de navegación, afirmación comprobada como falsa en la actualidad. Los doctores en teología de Salamanca aparecen como los geógrafos mas ilustres de entonces, a pesar de un dictamen tan absurdo respecto a las proposiciones de Colón, en el que las calificaron de "imposibles y vanas, y de toda repulsa dignas". Un difamador como Pedro Martyr, y un falsificador de la historia como fray Bartolomé de las Casas, se presentan en sus escritos como más sabedores de los detalles del descubrimiento de América, que el mismo Colón, que Martín Alonso Pinzón y que Américo Vespucio.

En cambio, las biografías de los hombres verdaderamente ilustres y valientes, tales como Marco Polo, Niccolo de Niccoli, Pablo Toscanelli, Leonardo de Vinci, Américo Vespucio, Cristóbal Colón, Martín Alonso Pinzón, Pedro Soderini, Martín Waltzmüller, etc., etc., están llenas de difamación y falsedades, en las que el clero y sus eruditos los presentan como los hombres más borrosos del Universo, tanto en sus conocimientos científicos, como en su valor personal y sus cualidades morales, calificándolos de figuras de segundo orden y de mercaderes; les atribuyen la calidad de intrigantes, malintencionados, desagradecidos, falseadores y, en una palabra, idénticos a los gibelinos paganos, enemigos de la Iglesia.

La rabia clerical aumentaba a medida que crecía la lucha de los intereses bastardos de los aventureros europeos, que participaban sobre el oro del Nuevo Continente, con la bendición apostólica o sin ella, y que buscaban la justificación de su predominio exclusivo sobre las diferentes regiones de América. Entonces el clero venal se encargaba de escribir las relaciones históricas falsas con testimonios de personajes imaginarios, componer las biografías de los descubridores, inventar y fabricar los documentos "auténticos" y destruir los datos verídicos sobre los acontecimientos de la época que no convenían a sus intereses. Todo esto tenía por fin dar la razón a aquellos aventureros con quiénes repartían el botín y enredar en sus aventuras a pueblos inocentes, que por falta de espacio en sus tierras natales o por persecuciones políticas y religiosas abandonaban Europa y venían a colonizar América, pasando aquí calamidades y exponiendo sus vidas para que las castas de los hipócritas y de los ambiciosos los siguieran gobernando dentro de una educación y de una cultura esclavista. Cristóbal Colón, después de denigrado, encadenado y depreciado, es convertido en un héroe del cristianismo romano, en un místico digno de canonización, en un servidor incondicional de una monarquía protegida por el papado romano, en un virtuoso muerto en la pobreza y enterrado por una sociedad de beneficencia. Sus restos vagaban por todas las catedrales de las tierras por él descubiertas. Los curas y los frailes aparecen como salvadores y libertadores de los indios americanos, y los pobladores españoles, portugueses, franceses e ingleses, como comerciantes de negros africanos en América y exterminadores de la población indígena en Cuba y Estados Unidos. Así se escribe la historia, así se doctora en teología y así se explota la ignorancia.

Pasan los siglos y la verdad científicamente demostrable triunfa. Investigadores competentes de la segunda mitad del siglo pasado y del nuestro desenredan la tela de araña clerical y nos presentan en toda su grandeza a los hombres sabios del Renacimiento florentino, fundadores de nuestra honorable agrupación francmasónica primitiva, y entre ellos aparece de nuevo la figura del ilustre navegante, cosmógrafo y cartógrafo Américo Vespucio, cuya biografía hemos relatado.

La recopilación de esta obra se inició el 2 de Enero de 1997 y se concluyó el 25 de Enero del mismo año. Nuestro objetivo al reeditarla era, reducir al número de hojas con el fin de hacerla lo más económica posible, para que ningún hermano se quede sin leerla.

Recopilación: Miguel Ramírez Valdez

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Last modified: March 22, 2014